En estos días que estamos viviendo confinados en nuestras casas por el estado de alarma decretado por el gobierno de nuestro país a raíz de la pandemia por coronavirus, se ha puesto de manifiesto más que nunca la necesidad de acompañar a nuestros seres queridos en el momento de su fallecimiento.
En la gran mayoría de las ocasiones, las familias se acompañan en este último momento e incluso sirve para restañar viejas heridas, rencores, diferencias que la muerte tiene el poder de “curar” o aliviar, aunque no siempre sea de manera permanente, sino temporal.
Pero con el confinamiento, al no poder acudir a visitar a nuestros enfermos ni acompañarlos en los últimos momentos, para muchas personas está suponiendo una doble pérdida. Al dolor del fallecimiento del ser querido, se añade un dolor más grande y más profundo que es no poder acompañarle, no estar presente, no poder abrazarse, no poder consolarse unos a otros como se ha estado haciendo hasta ahora.
Antes de que esta situación se diera, hace unos años, viví en primera persona la pérdida de un ser muy querido para mí y que me costó mucho aceptar su partida pues era un hombre muy joven, con mucha vida por delante, lleno de proyectos y con muchas ganas de vivir. Aún a pesar de estar presente y acompañarle en los últimos meses, elaborar su partida me costó bastante tiempo.
En esos momentos conocí a una persona que me ayudó a enfrentar el duelo de otra manera y que quiero compartir por si fuera de ayuda.
Las fases del duelo
Sabiendo que el duelo tiene cinco etapas o fases que han explicado ampliamente psicólogos y profesionales, y que recuerdo aquí:
- Negación: No, no es verdad esto no está pasando.
- Ira/enfado: Me siento muy enfadado, con mucha ira y rabia por lo que ha ocurrido.
- Culpa: Me siento culpable por no haber dicho/hecho esto o lo otro.
- Depresión/tristeza: Paso de sentirme culpable a sentir mucha tristeza cayendo a veces en una depresión.
- Aceptación: Acepto lo que ha pasado, acepto el fallecimiento de la persona.
Estas fases se pueden ir repitiendo y no darse en ese orden -menos la aceptación- que cuando llegamos a ella es porque como su palabra indica, ya hemos aceptado lo que ha pasado.
Recomendaciones para enfrentar la pérdida del familiar
Para enfrentar la pérdida sin poder estar presente en los últimos momentos, siempre puedes tener un tiempo con la persona fallecida, ya sea porque tengas un recuerdo muy claro de ella, y también puede ayudarte el ponerte delante de una foto suya.
Aconsejo hacer este ejercicio de forma individual en un espacio totalmente privado y seguro. Te puede ayudar el cerrar los ojos y decirle en voz alta lo que te hubiera gustado decirle a la persona querida antes de que falleciera. También puedes escribirle teniendo la foto delante. Hay personas que les ha servido hacer escritura automática -escriben todo lo que se les ocurre, sin pensar, sólo lo que les va surgiendo-.
Otras, por el contrario, pueden necesitar escribir de manera más controlada. Esto les puede ayudar para luego leer en otro momento lo que han escrito y “recomponer” el recuerdo de la relación con la persona fallecida. En este sentido, mi consejo es que no importa el modo o la manera de hacerlo, lo importante es que le sirva para ayudarle a ir elaborando el duelo, con el menor coste emocional posible y que pueda volver a su vida y a sus actividades habiendo hecho lo que yo llamo “una despedida sana”, esto es, que el recuerdo de la persona que se ha ido no sirva para caer en una tristeza extrema o en una negación de la realidad y le mantenga “atrapada” en un pasado que ya no volverá en una relación que fue, pero que ya no es.
Llorar, tener personas con las que poder hablar del ser querido e ir colocando los recuerdos con las vivencias suele ayudar mucho. El duelo hay que pasarlo, y llorar es una buena manera de “aliviar el dolor”. Las lágrimas sirven para “limpiar” las emociones, “soltar” y “recolocar” los recuerdos de la persona que ya no está.
Si algo somos todas las personas es que somos mortales, unos antes y otros después hemos de irnos. Para las personas que somos creyentes -en Dios, en un Ser Superior, que creemos en que trascendemos y no todo termina con la muerte-, el acercamiento es de “esperanza”, mientras que para las personas que no creen en nada, que piensan que sólo tenemos una vida y que todo termina en día de nuestro fallecimiento, les cuesta más “rescatarse” a sí mismas del dolor por la persona fallecida.
En ambos casos -creyentes y no creyentes- sí estamos de acuerdo en acercarnos a la muerte como una “despedida” necesaria, la persona que estaba ya no está y de nosotros depende en cómo recordarla, valorando todo lo positivo que ha tenido nuestra relación con ella y “dejarla ir”, pues su tiempo con nosotras ha terminado.
Para todos creyentes y no creyentes, hay algo que nos iguala y es que todo lo que vivimos con las personas que pasan por nuestra vida queda grabado en nuestro corazón, donde se encuentran todas las vivencias buenas y malas, y no creo que nadie discuta esto ni lo ponga en duda. Nuestro corazón es el hogar de nuestra existencia más allá de nuestras creencias, de la ausencia o no de una vivencia espiritual, que no religiosa. Escúchalo, tal vez te ayuda a descubrir una nueva manera de ver el mundo, con otro enfoque y te abra los ojos a una visión más elevada de ti mismo, más allá de la vivencia limitada que todos tenemos de la muerte y de cómo enfrentarnos a ella.
Si necesitas ayuda en este momento por estar viviendo una situación como esta, puedes contactar conmigo.
Os comparto algunos enlaces sobre el duelo que tal vez os puedan ayudar en estos momentos tan difíciles.
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Psicología en la Vida Cotidiana Cómo afrontar el duelo
Ser feliz: cómo gestionar las emociones. Doctora en Psiquiatría Mirian Rojas Estapé
Resiliencia: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Boris Cyrulnik