Desde la aparición del virus COVID-19 en nuestras vidas a lo largo y ancho del mundo, el sentimiento de incertidumbre nos acompaña yo diría casi de modo permanente, pero aun así siempre podemos elegir afrontar el futuro con esperanza.
La situación que ha provocado la propagación del virus ha puesto “patas arriba” casi todo en lo que teníamos puesta nuestra seguridad, en lo que asentábamos nuestro modo de vivir. Todas las áreas personales se han visto afectadas especialmente la libertad de movimiento, las relaciones personales, familiares, laborales y también las expectativas.
En estos meses, he mantenido conversaciones con personas muy cercanas sobre esta situación, de cómo nos están afectando en nuestro día a día, hecho que me ha permitido acercarme y profundizar en dichos aspectos de nuestras vidas, con el ánimo de exponer una reflexión y apostar por la esperanza en estos tiempos tan complejos. Veamos uno a uno cada uno de ellos.
La libertad de movimiento
El haber tenido que permanecer encerrados en nuestras casas, para muchas personas ha sido todo un reto la adaptación a la nueva situación. El que más y el que menos, se ha tenido que enfrentar a esa nueva realidad de no poder salir para realizar aquellas actividades a las que estaba acostumbrado y formaban parte de su rutina.
Algunas personas han aprovechado el tiempo de “encierro” para replantearse su vida, sus prioridades e iniciar un cambio.
Otras, por el contrario, lo han vivido como un castigo y se ha disparado su tristeza y angustia. En casos más extremos, se han vuelto agorafóbicos y les invade un miedo excesivo al tener que volver a salir a lo que antes era su rutina.
Las relaciones personales y familiares
El estado de alarma nos ha obligado a permanecer en nuestras casas, sin poder quedar con la familia y los amigos. Nuestra vida social ha sido reducida a los contactos a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales.
La manifestación de afectos, el recibir abrazos, el tocarnos y reconocernos también se han quedado reducidos a las personas convivientes.
Por el contrario, los padres y madres han tenido más tiempo para estar con sus hijos e hijas. La convivencia puede tener también dos posibilidades: la de mayor tiempo para compartir y disfrutar o se puede convertir en una pesadilla y una carga si las relaciones están tensionadas. En algunos casos puede precipitar una ruptura e incluso plantearse la separación y/o el divorcio.
Si algo ha logrado este virus es sacar de cada uno de nosotros lo mejor y lo peor que llevamos dentro.
El trabajo
A muchas personas el confinamiento le ha supuesto el aprender a marchas forzadas el teletrabajo. Para otras, le has abierto una nueva oportunidad y el conocer las nuevas tecnologías que de no ser por esta situación seguramente no tendrían que aprender o al menos no de forma tan inmediata. No cabe duda que el virus ha actuado de acelerante.
Ha cambiado las relaciones laborales en sentido positivo al permitir el teletrabajo, si bien esta parte se ha visto afectada para poder conciliar la vida profesional y familiar y no en todos los casos esto se ha dado de forma equilibrada.
En sentido negativo, se han perdido muchos puestos de trabajo afectando a un gran número de personas generando mucha incertidumbre para el presente y el futuro.
Ahora mismo no lo vemos, y seguramente tardaremos un tiempo en ver que los cambios que ha producido esta situación al final serán para bien. Nunca más vamos a volver a la realidad tal y como la conocíamos, todo lo que ocurre nos está llevando a una situación sin precedentes.
Las expectativas
Con tantos cambios en las relaciones personales, familiares y en el ámbito laboral, lo que esperamos de la vida también ha cambiado.
Después de todos estos meses con tantos cambios a cada uno de nosotros nos toca el revisar en qué hemos fundamentado nuestra vida. No conozco a nadie que en este tiempo no haya tenido que enfrentar el fallecimiento de algún familiar o persona conocida en soledad. Tampoco que no haya tenido que hacer cambios en el trabajo y en las relaciones personales y familiares.
Llegados a este punto es el momento de plantearse qué queremos para nuestras vidas. ¿Realmente vivimos la vida que queremos llevar?
En occidente todo gira en torno al tener, a lo material, al bienestar por encima de todo. Y el virus vino a recordarnos que somos mortales, que, por más bienestar, dinero o posición social que tengamos, todos al final morimos solos y no diferencia entre las personas porque tengan más o menos dinero.
Vino a recordarnos que, si bien lo externo es importante, no significa que tengamos que olvidar que hemos de mirar también dentro de nosotros.
Más allá de nuestras creencias, todos tenemos un corazón que no escuchamos tanto como debiéramos, que no hacemos silencio para escuchar de verdad nuestra verdadera esencia. Este tiempo, si algo clama, es apostar por la esperanza de que otro mundo es posible, que no necesitamos tantas cosas como tenemos si realmente no nos tenemos a nosotros mismos.
Ha tenido que venir un virus para sacudir a la humanidad entera y hacernos reflexionar qué es importante en nuestra vida, dónde ponemos el foco de lo que realmente es importante.
¿Y tú, qué has aprendido en este tiempo? ¿Eres de los que piensan que esta situación es para aprender y mejorar y apostar por la esperanza, o por el contrario eres de los que tienen miedo a salir de casa?
¿Vas a dar el paso de cambiar realmente las prioridades en tu vida o estás esperando a que todo vuelva a ser igual que antes del Covid-19?
Os dejo algunos enlaces para reflexionar:
Cómo hacer que te pasen cosas buenas en momentos difíciles. Charla con Marian Rojas.
La felicidad en tiempos de incertidumbre. Sonja Lyubomirsky, doctora en psicología y profesora.